Muchas veces presumimos de ser liberales, tolerantes y progresistas, de defender los derechos de las personas de otras razas, de los homosexuales, o, simple y llanamente, algo tan sencillo como la igualdad de la mujer, y tras esa falsa e hipócrita máscara se esconden mil prejuicios que nos obligan a mirar a un lado cuando dos hombres se besan, a llevarnos la mano a la cartera cuando nos cruzamos con un extranjero o a gritar por el retrovisor el típico "¡mujer tenía que ser!"
Siempre he pensado que tenía vencidos todos esos estereotipos. Disfruto como acompañante cuando algunas mujeres van al volante, y sufro cuando lo hacen algunos hombres, me encanta que las ciudades se llenen del mosaico de culturas que nos ha ofrecido la inmigración y siempre me he encontrado a gusto entre el colectivo gay-lésbico. Hasta aquí nada que se aleje de la máscara de hipocresía que oculta a muchos xenófobos, homófobos o misóginos.
Sin embargo el otro día, tras oficiar la boda de Rafa y Alberto, pude comprobar que me sentía feliz y orgulloso de haber tomado parte en un acontecimiento tan importante para ellos. Esto no me hace mejor ni peor persona que ninguno, pero me hace reflexionar sobre la insignificancia del género en las relaciones.
Lo importante no era unir a dos hombres en este caso, a un hombre y una mujer en otros, o a dos mujeres en alguno que espero que se de en un futuro, sino unir a personas que se quieren, y que lo demostraban con sus miradas, con sus manos fuertemente enlazadas a lo largo de toda la noche y en sus continuas sonrisas cómplices.
Me sentí realmente cómodo y rodeado de un gran amor que hace que la lucha por conseguir este tipo de derechos haya merecido la pena. Me sentí solidarizado con todas aquellas personas que han sufrido en sus carnes la injusticia de la homofobia, de la intolerancia, de la falta de respeto.
Me sentí bien conmigo mismo porque en mi corazón, en aquel momento, si se encerraba algún sentimiento negativo era tan solo el de la envidia.
Hoy me han hecho llegar una tarjeta de agradecimiento por la ceremonia. No la merezco. Mis palabras se quedaron cortas para describir la gran dosis de humanidad que ellos mismos me transmitieron. Soy yo quien debo estar agradecido.
Dejo como ejemplo de mis palabras anteriores un vídeo que explica perfectamente lo que quería decir:
3 comentarios:
Que GRAN!!!!! GRAN!!! texto!! TE vino al pelo el video de Mariaje eh!!.
Son palabras positivas que denotan tu felicidad!! ENHORABUENA CHAVAL!!
CukY
Pues sí, a veces nos empeñamos en encontrar la felicidad en nosotros mismos y se encuentra simplemente en tener la posibilidad de pararse y disfrutar de la de los demás.
Creo que sé un poco de lo que hablas... mira, esto de los grupos, las minorías, es un poco complicado. A veces, si uno no quiere, dos no riñen y a veces un colectivo no es sólo arrinconado por el resto de la sociedad, sino que busca su propio gueto. Lo cierto es que la discriminación existe y te puedo contar mil historias. Siempre me quedará la duda de que cuando iba con mi ex agarrado de la mano o lo besaba en medio de la plaza llena de gente, si nos miraban por maricas o por sudaca... Aunque también hay que decir que esto se mueve mucho por modas y, como ahora lo de discriminar a los gays es muy políticamente incorrecto, la gente se guarda bien de una mirada delatora o de un comentario despectivo en público, aunque luego en privado cambien las tornas (ya sabes que en privado cada uno dispara por donde puede, de alguno incluso llegó a decirse que hablaba catalán). Sin embargo, con esto de la crisis, parece que está de moda lo de ir en contra de los que supuestamente nos vienen a quitar el trabajo y nadie escatima comentarios ni miradas a los inmigrantes (créeme, lo he sufrido muy de cerca, en la calle, en los bares e incluso en el médico). En fin, son reflexiones que dejo aquí a vuelapluma, no digo más que me pongo a hablar de según que temas y me enciendo... Un abrazo.
P. D.: Yo también he recibido la tarjetita jeje.
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