Me ha gustado pasear por sus famosas curvas, mojar en ella mis labios, y degustar la dulzura de sus rojos frutos. Me he quedado ensimismado mirándola, entrañable, acogedora, invitándome a entrar en ella, a disfrutar de sus encantos.
Me he acurrucado en su regazo y he sentido el calor de su abrazo. Me ha dispensado toda su ternura, y se ha quedado mirandome fíjamente a los ojos mientras la observaba, regalándome, discreta, cada uno de sus rincones, los más visibles y otros que tiene guardados solo para quien la observe con cariño. Me ha mostrado su lado más joven y lozano y las pequeñas arrugas de su vejez, que le hacen entrañable.
Se ha mostrado tranquila, apacible, pero ha dejado ver vestigios de alegría y vigorosidad y ese lado rebelde que la caracteriza.
Lo reconozco, me ha encantado Pamplona.
Me he acurrucado en su regazo y he sentido el calor de su abrazo. Me ha dispensado toda su ternura, y se ha quedado mirandome fíjamente a los ojos mientras la observaba, regalándome, discreta, cada uno de sus rincones, los más visibles y otros que tiene guardados solo para quien la observe con cariño. Me ha mostrado su lado más joven y lozano y las pequeñas arrugas de su vejez, que le hacen entrañable.
Se ha mostrado tranquila, apacible, pero ha dejado ver vestigios de alegría y vigorosidad y ese lado rebelde que la caracteriza.
Lo reconozco, me ha encantado Pamplona.
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