Le oí llorar. Era un llanto lleno de vida, reivindicando su lugar en las nuestras. Fue el primer contacto con Alejandro. En la distancia, tan solo ese llanto enérgico que humedeció mis párpados inmediatamente. Mi sobrino acababa de nacer.
Luego pudimos verlo a través de la beteada persiana de neonatos. Ligeramente arrugadito, con los pies aún amoratados por la diferencia térmica. Se empeñaba en buscar sustento, seguramente a su exhausta madre que le esperaba en la habitación. Se movía con esa danza minúscula que sólo los bebés saben ejecutar. Con esa parsimonia que se convierte en un baile hipnótico para quien lo mira.
Abrió ligeramente los ojos, despertando una exclamación unísona entre la expectante familia que miraba tras el cristal. Todos le acunamos en nuestra sonrisa, dibujando para él el nido más placentero entre nuestros labios.
Se irguió, con una fuerza que a todos nos pareció sobrenatural, y pareció dedicarnos su primera mueca de afecto.
Luego pude tocarle. Un segundo, al cruzar el pasillo en busca de su madre. Es suave, tan tierno que las yemas de mis dedos aún guardan su delicadeza. El aterciopelado tacto de un moflete que instintivamente dibujé con mis manos.
Lo he tenido en mis brazos. También un segundo, pero lo suficiente para saber que en mi regazo estará para siempre el calor que necesite.
La vida es magia. Descubrirla de repente, hechizante.
Luego pudimos verlo a través de la beteada persiana de neonatos. Ligeramente arrugadito, con los pies aún amoratados por la diferencia térmica. Se empeñaba en buscar sustento, seguramente a su exhausta madre que le esperaba en la habitación. Se movía con esa danza minúscula que sólo los bebés saben ejecutar. Con esa parsimonia que se convierte en un baile hipnótico para quien lo mira.
Abrió ligeramente los ojos, despertando una exclamación unísona entre la expectante familia que miraba tras el cristal. Todos le acunamos en nuestra sonrisa, dibujando para él el nido más placentero entre nuestros labios.
Se irguió, con una fuerza que a todos nos pareció sobrenatural, y pareció dedicarnos su primera mueca de afecto.
Luego pude tocarle. Un segundo, al cruzar el pasillo en busca de su madre. Es suave, tan tierno que las yemas de mis dedos aún guardan su delicadeza. El aterciopelado tacto de un moflete que instintivamente dibujé con mis manos.
Lo he tenido en mis brazos. También un segundo, pero lo suficiente para saber que en mi regazo estará para siempre el calor que necesite.
La vida es magia. Descubrirla de repente, hechizante.
5 comentarios:
es precioso, tanto como tus palabras... vas a ser un tío genial!!! un besote
Querido Juan Carlos, bienvenido al club de los tíos-con-un-cubo-de-babas-colgando-al-cuello. Yo sigo babeando y eso que la mía cumple dos años en Octubre... y pienso seguir babeando hasta que la case, por lo menos jeje. Un abrazo.
El nacimiento de cada bebé es un milagro irrepetible, el ayudarle a crecer colmado de amor será el trabajo de quienes le rodean.
(y tengo el presentimiento que son muchos)
Muchas Felicidades y suerte en la tarea :)
Bello este momento y tu sentir maravilloso. A disfrutarlo!!
un cariño
Enhorabuena TÍO!! será uno de los niños más felices del mundo, con esa familia no es para menos!!!
Bienvenido Alejandro!!
Besos!!! CuKy
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