Llega un momento en la vida en que comenzamos a andar sabiendo que el camino que recorremos es distinto a los ya andados. Llega un momento en que la lluvia que nos cae encima no es la misma que ha caído en otras ocasiones. Llega el momento en que echamos a correr, sabiendo que ya nada nos parará, que empezamos a ver pasar las cosas, e incluso quienes han estado a nuestro lado toda la vida van quedandose, ni atrás ni adelante sino en un plano diferente. Cada uno en su camino. Llega un momento en que iniciamos el camino de los ingleses. Aunque para algunos nazca asfaltado, y para otros empedrado y con fuertes rampas, para nadie es fácil.
Aprovechas un momento para hacer una fotografía mental. Quizás una cena de verano en el patio de tu casa del pueblo, que son las mejores. Quizás un baile bajo la lluvia de otoño, a grandes saltos, empapados hasta los huesos. Quizás una zambullida a oscuras en una piscina cerrada, con una caricia de complicidad en la espalda. Pero no son más que recuerdos. Poco a poco se van difuminando y por circunstancias de la vida tenemos que recurrir a ellos con añoranza, sabiendo que no van a volver, o que al menos no está de nuestra mano el que lo hagan.
Nos empeñamos en rememorar aquel verano, en ver en cada gota de lluvia el mismo reflejo. Pero no. Hemos empezado el camino, y, en trazos convergentes o divergentes empieza e enredar nuestras vidas para que nada vuelva a ser igual. Nos tumbamos en el cesped, recordamos aquellos momentos y aunque intentemos recrearlos nuestro interior nos dice que no es lo mismo, que todo ha cambiado.
En un esfuerzo ímprobo intentamos repetir las mismas condiciones. Pero nada es igual. No puede serlo.
Llega un momento en que maduramos de golpe. En que empezamos a ser conscientes de la importancia de la vida, del peso de nuestras decisiones. Por cabezonería nos empeñamos en negar algo, una evidencia, o perseguimos con fervor hasta obcecarnos un capricho, sin pensar en sus consecuencias. Y eso marca nuestro camino. Nos dejamos llevar por otros. O somos nosotros quienes queremos influir en los demás. Hacemos y nos hacen daño, y vemos como hay caminos que acaban de golpe, incluso el nuestro aunque luego no podamos contarlo.
No queremos aceptarlo. Pero el dinero asfalta los caminos más afortunados, y su carencia llena el nuestro de baches. Pero en las autovías de peaje se corre demasiado con el consiguiente riesgo y si te mueves con cuidado y tranquilidad entre las dificultades aprendes a disfrutar del paisaje.
A veces en nuestro camino aparece un gran bache, un socavón inundado de agua, en el que caemos. Parece que no vamos a salir de él pero cuando llegamos al fondo tomamos impulso, con los dos pies, y saltamos fuera, salpicando a los que en la orilla nos daban por muertos, sin molestarse siquiera en comprobarlo.
Me gustaría invitarte a recorrer conmigo el camino de los ingleses. Hay veces que se puede recorrer juntos, de la mano.
No sé que has visto tú en la película. Yo he visto eso. Grande Banderas.
(El tú es genérico y va dirigido a todos/as mis lectores)
3 comentarios:
En primer lugar, muchas gracias por tu apoyo, que en estos momentos difíciles sirve de mucho, pero como dice noe, algún día nos reiremos de todo esto y es verdad, yo siempre digo, que no es grande aquel que nunca falla sino el que nunca se da por vencido.
Por cierto, qué película has visto ?
Un abrazo gordo desde Bilbo
Lo dice el título, se llama el camino de los ingleses, y es de Antonio Banderas, como director. Un peliculón
Me tienes que pasar esta peli... No la he visto aún y no la encuentro por ningún sitio.
Un abrazo
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