jueves, 4 de diciembre de 2008

Reflexión sobre la soledad:

Este mismo texto lo escribí hace unos meses y tuve que borrarlo porque motivó un efecto que aún hoy perdura pues no se entendió en su contexto. Hoy, que creo haber encontrado vacuna para esta enfermedad, pero que una amiga empieza a evidenciar sus síntomas, lo repito para que todos la covenzáis de que no tengo razón:



"A veces somos tan ilusos de pensar que hemos encontrado la felicidad. Que esta se encierra en una palabra, en una mirada, en un gesto correspondido, e incluso puede hallar su máximo estado en un beso, una caricia o hasta una noche de pasión.

Pero no es cierto. La felicidad real se encuentra en la persona, y todos esos gestos, sin su continente, se quedan en un pasaje efímero, que no podemos llamar felicidad porque precede a la amargura e incluso la desesperación.

Durante años, la sociedad en que vivimos trata de inculcarnos una serie de valores que, por arraigados, achacamos a la propia naturaleza, como puede ser, por ejemplo, la vida en pareja. Nuestra sociedad nos condiciona para compartir la vida, llegando incluso a marginar a aquellos que no lo hacen, con despectivos calificativos (solterón, cuarentón, que se te pasa el arroz, te quedas para vestir santos...) que, aunque con el tiempo se van normalizando, siguen definiendo a un grupo residual que no se ha adaptado a las normas sociales establecidas.

Sin embargo, los miembros de este grupo sectario terminan aceptando su condición, a veces establecida de nacimiento, e incluso llegan a afirmar que es propia elección, que han encontrado la situación ideal o, incluso, en un alarde de autodefensa, que son tan especiales que no encuentran la pareja ideal.

Todos estos mecanismos no son sino máscaras para afrontar esa marginalidad con un mínimo de dignidad que, en la soledad de la noche, se vuelven en contra, desequilibrando su estabilidad emocional y distanciándole, aún más, de los estándares sociales.

La vana lucha por la normalización le permite, de vez en cuando, algún escarceo sentimental, e ilusionarse con esa posible “vida normal”, compartida y bendecida por la sociedad. Sin embargo, el celibato es, por líneas generales, una enfermedad endémica, y cogénita, con la que se nace y no tiene curación ni tratamiento, aunque fuera paliativo. No la cubre la seguridad social y, aunque debiera, tampoco se incluye entre las enfermedades mentales que recomiendan el ingreso en un sanatorio. (Eufemismo de manicomio)

Conscientes aún de su destino, existe un pequeño grupo dentro de este sector desarraigado, que intenta luchar contra su afección y busca, siempre en la persona equivocada, la dualidad que le permita escindirse de tan desarrapada caterva. Esto es, se enamora perdidamente de quien no debe, creyendo haber encontrado el remedio a su achaque.

Sin embargo, y aunque a veces los síntomas parezcan remitir, al poco tiempo la enfermedad reaparece, enquistada y más dolorosa, reforzando sus inseguridades e incrementando y fortaleciendo las máscaras antes mencionadas.

Cuando aparece ese binomio el individuo es capaz de convencerse, sin querer, de que su celibato podía ser efecto del propio destino, que le había reservado hasta encontrarlo, un por fin, final feliz.

Sin embargo, cuando este presunto amor se aleja lentamente, devolviendo al soltero a su condición inicial, la enfermedad metastasia y hasta los huesos duelen al ver que nunca podrá compartir esa vida común con que sueña cada día.

Tiene que resignarse a su enfermedad solitaria, a su cama vacía, sus labios fríos, sus brazos rodeando una almohada que un día tuvo dos formas y a sus ojos perdidos en la oscuridad, buscando los que un día les miraron cómplices y ahora rehúyen su mirada."

Ahora, que el mundo avanza tan deprisa y que casi cualquier enfermedad tiene curación, creo haber encontrado la pócima mágica para combatir esta afección.

Póngase un poco de poesía, varias gotas de autoestima, mucho cariño, un par de miradas, una voz dulce, una gran dosis de sinceridad y apliquensé con fricción en la persona adecuada.

Yo me he bañado en la marmita y espero que me funcione.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Y la enfermedad no será que se confunden el pensamiento y las emociones?

Porque, que yo sepa, hay muchas personas que viven en pareja y son tremendamente infelices..

Creo que el único truco o remedio que se puede aplicar es mirar lo que somos Desde fuera (tomo prestado el título de A.Valverde) y ver qué sale de nosotros sin ningún acicate externo, porque lo que viene de fuera no suele traernos serenidad, es más bien, un ciclo de placer y dolor, ¿no crees?

Por cierto, ¿conozco a tu amiga?

Un beso

Gema

Mamen dijo...

¿Una enfermedad? ¿Cuánto tiempo hace que no lees el Vogue? Ahora los solterones somos singles, y estamos de moda. Las empresas han descubierto todo un filón en nosotros, porque vamos más al gimnasio, nos gastamos más dinero en clínicas de estética y productos de belleza, decoramos nuestras casas con sillas de 1000 €,... Incluso podemos comprar sandías de 1 kilo por el triple de lo que cuesta una de 7! ¿Quién necesita pareja cuando puedes abrir una sandía y comértela tú solo de una vez?
Esta noche reservaré mesa para uno en un restaurante para celebrarlo. Y me emborracharé, no porque quiera, sino porque en mi restaurante favorito aún no disponen de botellas de vino para singles y, al precio que están, como para dejar algo de la botella de litro.

Juan Carlos dijo...

Yo aprovecharé mi viaje a Barcelona para comerme yo solito una mariscada para 2, porque para uno no las hay, y una paella para parejas por lo mismo.

Por mucho que diga el Vogue la vida sigue midiendose de dos en dos, porque incluso los petit suise, que a cada uno nos daban 2 se venden en pack de 4, para joder.

Al gimnasio vamos a ligar, con lo cual hasta en este negocio procuran que los clientes sean pares para que ninguno se quede sin objetivo. Si nos gastamos el dinero en clínicas de estética es para ligar y conseguir la dualidad, si es posible con otro/a cliente de la misma clínica.

Las sillas las podemos comprar de 1000 euros, pero nunca compraremos una sola silla, ni 3. Compramos 2 o media docena.

Si compramos una sandía de 1 kilo es por llevarnos por fin una buena raja a la boca, con su consiguiente connotación sexual, o sea, par.

Ahora, deja lo del restaurante para el lunes y vamos juntos a apurar esa botella de vino, que no sé si se ha estudiado el concepto de mesa para dos singles. (que no es un maxi-cd)

Ahora llama a los del Vogue y se lo cuentas.

Ana dijo...

Me ha gustado mucho puesto que tienes mucha razón, tu si que me has ayudado mucho, y cada día me estoy dando mas cuenta..