Hoy veo una mano.
Estoy deseando que esos cinco minúsculos dedos aprieten mi índice, con esa tersura rugosa y fría, pero tan suave y cálida, de los bebés. Sentir su fuerza. Ese deseo de conocer a través del tacto que muestran los recién nacidos y que la yema de mis dedos le diga, "aquí estoy, te estaba esperando" y él, o ella (aún no pierdo la esperanza), me devuelva esa sonrisa agradecida de los neonatos, respuesta onírica a placentera sensación.
Quiero dibujar su forma en mi regazo y que mi bíceps se convierta en almohada y mi palabra en canción, para ver como duerme entre mis brazos mientras yo vivo su sueño.
Quiero que llegue agosto y que como el árbol de Júpiter florezca mi ilusión.
Estoy deseando que esos cinco minúsculos dedos aprieten mi índice, con esa tersura rugosa y fría, pero tan suave y cálida, de los bebés. Sentir su fuerza. Ese deseo de conocer a través del tacto que muestran los recién nacidos y que la yema de mis dedos le diga, "aquí estoy, te estaba esperando" y él, o ella (aún no pierdo la esperanza), me devuelva esa sonrisa agradecida de los neonatos, respuesta onírica a placentera sensación.
Quiero dibujar su forma en mi regazo y que mi bíceps se convierta en almohada y mi palabra en canción, para ver como duerme entre mis brazos mientras yo vivo su sueño.
Quiero que llegue agosto y que como el árbol de Júpiter florezca mi ilusión.
5 comentarios:
:)
Pues yo sigo sin ver una mierda, ¡qué le vamos a hacer, sobrino!
Lo que está claro es que hay no hay pelotas que valgan, sigue la esperanza de la niña...
Yo veo la ilusión con la que cada mañana me levanto sabiendo que ya queda un día menos para verle su carita.
Está bien claro, se ve la cara de perfil y un brazo. ¿No os parece que tiene cara de niña?
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