Hoy, que miro atrás, como cada año, buscando imágenes para hacer un resumen del año que se cierra, me doy cuenta de que me gustaría alargarlo eternamente y seguir saboreando los momentos que lo han convertido en, posiblemente, el mejor año de mi vida.
Quizás por eso, como premonición, decidí empezarlo un día antes, y en aquel año nuevo improvisado 33 abrazos me demostraron el valor de la amistad. 33 abrazos de distintos puntos de España que sacudieron mis emociones, en un inmerecido gesto de fraternidad, que nunca sabré cómo agradecer.
Aquel día, yo, que siempre me he considerado a los ojos de la gente como un patán irresponsable, como un díscolo Quijote que se entretiene a jugar al ajedrez con sus gigantes mientras arden sus molinos, recibí una lección de fe que aún hoy me hace estremecer sin saber si estaré capacitado para responder. Cuando mi hermano y mi cuñada me ofrecieron ser padrino de mi primer sobrino, Alejandro, me temblaron, y aún lo hacen, las piernas.
Era la manera más hermosa de comenzar el año. La razón por la que inconscientemente había celebrado aquella fiesta. El mayor gesto de confianza que nadie nunca había depositado en mi. Hoy sigo dudando si era merecedor de este regalo, si podré responder correctamente, pero sé que si algo vale, daría mi vida por él. Espero no defraudar nunca a quienes me confiaron esta responsabilidad.
Este año no voy a hacer un recorrido mes a mes por su calendario como en otras ocasiones. De este año solamente quiero remarcar tres de los momentos más importantes de mi vida.
Espero tener otros 4 motivos así para destacar en 2010.
Quizás por eso, como premonición, decidí empezarlo un día antes, y en aquel año nuevo improvisado 33 abrazos me demostraron el valor de la amistad. 33 abrazos de distintos puntos de España que sacudieron mis emociones, en un inmerecido gesto de fraternidad, que nunca sabré cómo agradecer.
Aquel día, yo, que siempre me he considerado a los ojos de la gente como un patán irresponsable, como un díscolo Quijote que se entretiene a jugar al ajedrez con sus gigantes mientras arden sus molinos, recibí una lección de fe que aún hoy me hace estremecer sin saber si estaré capacitado para responder. Cuando mi hermano y mi cuñada me ofrecieron ser padrino de mi primer sobrino, Alejandro, me temblaron, y aún lo hacen, las piernas.
Era la manera más hermosa de comenzar el año. La razón por la que inconscientemente había celebrado aquella fiesta. El mayor gesto de confianza que nadie nunca había depositado en mi. Hoy sigo dudando si era merecedor de este regalo, si podré responder correctamente, pero sé que si algo vale, daría mi vida por él. Espero no defraudar nunca a quienes me confiaron esta responsabilidad.
Este año no voy a hacer un recorrido mes a mes por su calendario como en otras ocasiones. De este año solamente quiero remarcar tres de los momentos más importantes de mi vida.
- Iván siempre ha sido especial para mi. No sé si por ser el pequeño, si por coincidir en gustos o aficiones o simplemente por ese caracter arrollador que le convierte en una persona exclusiva. Esa mezcla de ingenuidad casi infantil y sobriedad venerable, de coherencia y constancia, de madurez y sensibilidad... Iván es la responsabilidad que me falta y la infancia que perdí. Patricia es su hemisferio. Estoy convencido de que si hubiesen nacido en dos partes remotas del mundo habrían terminado encontrándose. Patricia es amor, comprensión, cariño, pero también genio e ingenio, solvencia, lucidez, enjundia, raciocinio... Por eso poder unirlos, que el destino me diera la oportunidad de ser quien ejecutase oficialmente el designio de permanecer unidos bajo el que habían nacido, me hizo feliz. El hombre más feliz del mundo.
- Alejandro es sonrisa. Es el motor bajo el que ahora bombea sangre mi corazón. Es la nana que me acuna cada noche y me aleja de mis pesadillas y el agua fresca que cada mañana me despierta para afrontar el nuevo día. Lo oí llorar. En el pasillo del hospital sonaba un llanto infantil, un llanto de vida que pronto identifiqué. Era mi primer contacto con el que sería mi ahijado, aquel sereno llanto que decía "ya estoy aquí". Le oí llorar y fui feliz. El hombre más feliz del mundo.
- Mis padres son sacrificio. Son el esfuerzo diario por sacar adelante una familia. Son kilómetros de distancia con los que tejieron la manta que cubrió nuestros fríos, con los que dibujaron el plato que nos alimentó cada día, con los que escribieron la constancia que nos educó y con los que extendieron las raíces que nos hicieron crecer. Mi padre es horas de soledad en una habitación, es días de sol y lluvia en una perdida carretera, es kilómetros de oscuridad hasta llegar al hogar, es lucha y tesón por vernos crecer, aunque fuera cada quince días. Mi madre es la soledad de una cama vacía, es la maleta preparada para cambiar de vida constatemente, es la llamada esperada, la respuesta adecuada, el plato de sopa, el libro de la vida. Por eso, cuando los vi felices en la fiesta de jubilación, de jubilación de ambos, de abandono de una vida de sacrificios, fui feliz. El hombre más feliz del mundo.
Espero tener otros 4 motivos así para destacar en 2010.
1 comentario:
Paso a veces por tu blog, porque me gusta; nunca me he atrevido a ponerte un comentario. Son cosas muy tiernas las que escribes.¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!
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