Intentaron dormir, pese al traqueteo de aquel viejo vehículo, con la cabeza hundida entre las piernas, buscando aislarse de la realidad que les rodeaba. Aquellos serían sus compañeros durante un largo viaje pero no eran necesarias las presentaciones. Todos coincidían en un sueño y ese era suficiente para sentirse unidos.
El vehículo se detuvo a 10 kilómetros de la frontera Argelina, dónde el conductor les indicó que no podía seguir, que la proximidad del amanecer hacía peligrosa la travesía y que debía volver a los campos de algodón antes de que se echara en falta su presencia.
Lentamente bajaron del automóvil y comenzaron a caminar, lentamente, como si los pies se aferrasen a aquella tierra que debían abandonar.
Uno de los viajeros sacó del bolsillo un papel arrugado en el que había dibujado el itinerario a seguir. Un militar argelino les dejaría cruzar la frontera previo pago de otros 20.000 francos por persona.
Fatiha se retrasó con la excusa de hacer sus necesidades. Extrajo de su ropa interior 40.000 francos que dividió en dos fajos. Al alcanzar de nuevo el grupo le dio a escondidas uno a Mirenne, para que nadie supiera quién de las dos llevaba el dinero y cuánto llevaban para aquella larga travesía.
Cuando alcanzaron la frontera uno a uno fueron satisfaciendo el pago estipulado, excepto Mirenne, que tuvo que añadir a su cuota 5 minutos de entrega a aquel militar que descargó su impotencia sobre el reseco rostro de la pobre viajera.
Una vez que Mirenne se reincorporó al grupo comenzaron a andar, sin preguntas, sin palabras, adentrándose en un desierto que sería escenario de sus desventuras durante 3 largos meses. Tan solo Fatiha tuvo un gesto para Mirenne. La estrechó entre sus brazos y así caminaron durante horas.
Continuará...
El vehículo se detuvo a 10 kilómetros de la frontera Argelina, dónde el conductor les indicó que no podía seguir, que la proximidad del amanecer hacía peligrosa la travesía y que debía volver a los campos de algodón antes de que se echara en falta su presencia.
Lentamente bajaron del automóvil y comenzaron a caminar, lentamente, como si los pies se aferrasen a aquella tierra que debían abandonar.
Uno de los viajeros sacó del bolsillo un papel arrugado en el que había dibujado el itinerario a seguir. Un militar argelino les dejaría cruzar la frontera previo pago de otros 20.000 francos por persona.
Fatiha se retrasó con la excusa de hacer sus necesidades. Extrajo de su ropa interior 40.000 francos que dividió en dos fajos. Al alcanzar de nuevo el grupo le dio a escondidas uno a Mirenne, para que nadie supiera quién de las dos llevaba el dinero y cuánto llevaban para aquella larga travesía.
Cuando alcanzaron la frontera uno a uno fueron satisfaciendo el pago estipulado, excepto Mirenne, que tuvo que añadir a su cuota 5 minutos de entrega a aquel militar que descargó su impotencia sobre el reseco rostro de la pobre viajera.
Una vez que Mirenne se reincorporó al grupo comenzaron a andar, sin preguntas, sin palabras, adentrándose en un desierto que sería escenario de sus desventuras durante 3 largos meses. Tan solo Fatiha tuvo un gesto para Mirenne. La estrechó entre sus brazos y así caminaron durante horas.
Continuará...
2 comentarios:
¿Cuándo nos vamos al Sáhara?
Yo pensaba volver este mes pasado pero se torció el viaje. Espero volver pronto porque allí me quedan muchas cosas por recuperar de mi pasado, presente y futuro.
Un día seguiré narrando mis experiencias en el Sahara.
Y por supuesto seréis bienvenidos ambos en mi regreso.
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