Parte I - Un mundo en la mirada
Había una princesa que era toda energía, vitalidad y belleza. Sus ojos escondían los mares del pacífico, que en un susurro llegaban a través de su voz como desde una caracola de nácar encontrada en la más bella de las playas. En su mirada vivía un mundo, y no es metáfora, era tan intensa que una pequeña civilización de seres oníricos se había instalado allí.
Allí vivían los "Alocs", unos pequeños individuos luminosos que habitaban en su iris, dándole un brillo especial.
También vivían los "Glolgs", unos seres diminutos que hacían surf en sus lágrimas, y los "Tewoks", unos personajillos nerviosos que sólo salían de noche pero se desvelaban a cada parpadeo, por lo que de vez en cuando se podía ver a algún rezagado.
En el pequeño mundo de la mirada de Anele, como se llamaba nuestra princesa, todo era alegría y cordialidad. Los distintos habitantes de este universo convivían felizmente, buscando imágenes para una fotografía que rápidamente imprimían en su retina. Guardaban lienzos con las flores más hermosas, con los más bellos atardeceres, con abejas bailando y una mariquita a punto de despegar. Todas seleccionadas con una sensibilidad especial que contagiaba ternura a cuantos tenían el honor de poderlas compartir.
Sus lágrimas, que eran espontáneas y raramente acusaban tristeza, más bien emoción, sentimiento o, de vez en cuando una reacción a la brisa o al polen, eran de acuarela. En ellas, entre los arcoiris de mil colores que dibujaban los Glolgs con sus tablas de surf, se mezclaban pinceladas luminosas de los Alocs y trazos nerviosos de sueños que dejaban impresos los Tewoks.
El ciclo vital de aquel mundo era sencillo. La luz la obtenían de la amplia mirada de Anele, que transformaba en colores la procedente del sol, a través de pequeños prismas que multiplicaban por mil su espectro y calor.
El oxígeno lo recibían a través de oportunos suspiros, con olor a vainilla, que llegaban cadencialmente, a veces precedido de un leve y gracioso estremecimiento, y les aseguraba siempre el halo necesario.
El alimento llegaba en forma de pequeñas briznas, inapreciables, del verde de un prado, del blanco de un campo de cerezos en flor, del naranja de un gajo de mandarina, o del rojo de una fresa recién cortada.
Todo estaba perfectamente organizado y sólo en aquella mirada, entre los millones existentes a su alrededor, era posible un mundo así.
Un mundo en la mirada es un cuento compuesto por 7 capítulos y un epílogo que se irá publicando próximamente. Cada 3 días, hasta el día 30 de mayo se publicará un nuevo capítulo para daros tiempo a leer los anteriores sin que se os acumule mucho trabajo.
Allí vivían los "Alocs", unos pequeños individuos luminosos que habitaban en su iris, dándole un brillo especial.
También vivían los "Glolgs", unos seres diminutos que hacían surf en sus lágrimas, y los "Tewoks", unos personajillos nerviosos que sólo salían de noche pero se desvelaban a cada parpadeo, por lo que de vez en cuando se podía ver a algún rezagado.
En el pequeño mundo de la mirada de Anele, como se llamaba nuestra princesa, todo era alegría y cordialidad. Los distintos habitantes de este universo convivían felizmente, buscando imágenes para una fotografía que rápidamente imprimían en su retina. Guardaban lienzos con las flores más hermosas, con los más bellos atardeceres, con abejas bailando y una mariquita a punto de despegar. Todas seleccionadas con una sensibilidad especial que contagiaba ternura a cuantos tenían el honor de poderlas compartir.
Sus lágrimas, que eran espontáneas y raramente acusaban tristeza, más bien emoción, sentimiento o, de vez en cuando una reacción a la brisa o al polen, eran de acuarela. En ellas, entre los arcoiris de mil colores que dibujaban los Glolgs con sus tablas de surf, se mezclaban pinceladas luminosas de los Alocs y trazos nerviosos de sueños que dejaban impresos los Tewoks.
El ciclo vital de aquel mundo era sencillo. La luz la obtenían de la amplia mirada de Anele, que transformaba en colores la procedente del sol, a través de pequeños prismas que multiplicaban por mil su espectro y calor.
El oxígeno lo recibían a través de oportunos suspiros, con olor a vainilla, que llegaban cadencialmente, a veces precedido de un leve y gracioso estremecimiento, y les aseguraba siempre el halo necesario.
El alimento llegaba en forma de pequeñas briznas, inapreciables, del verde de un prado, del blanco de un campo de cerezos en flor, del naranja de un gajo de mandarina, o del rojo de una fresa recién cortada.
Todo estaba perfectamente organizado y sólo en aquella mirada, entre los millones existentes a su alrededor, era posible un mundo así.
Un mundo en la mirada es un cuento compuesto por 7 capítulos y un epílogo que se irá publicando próximamente. Cada 3 días, hasta el día 30 de mayo se publicará un nuevo capítulo para daros tiempo a leer los anteriores sin que se os acumule mucho trabajo.
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