Parte 3 – Los Glolgs
Los Glolgs son seres de agua. Se instalaron en los ojos de Anele un verano cuando se bañaba en el canal tras la ardua cosecha. Son una especie caprichosa y divertida, pero también sensible y tierna, que durante siglos deambuló por todo el mundo tras descubrir su facilidad para evaporarse y viajar a lomos de una nube. Son un linaje anárquico y no tienen un líder destacado, aunque tienen un respeto especial a los más viejos de la tribu, que solo salen de sus cavernas en momentos de especial emotividad.
Han aprendido a convivir con los Alocs en simbiosis, actuando como prisma para multiplicar los destellos de estos y conferir a la mirada de Anele un brillo inigualable.
Se les ve aparecer de forma arbitraria en el momento menos esperado. Una simple brisa, una carcajada, o una mirada fija son suficiente motivo para desplegar sus tablas de surf y cruzar sus párpados. Son la especie más arriesgada e incluso se atreven a jugar entre las mejillas, horadando su piel para darle una tersura y suavidad especial, pero siempre vuelven a sus cavernas, para refugiar a sus seres más queridos.
Los ancianos de la tribu sólo salen, como ya decíamos, en momentos de especial emotividad. Se caracterizan por su sinceridad. Por eso son respetados y venerados por todos los demás. Han compartido momentos realmente duros y a veces les cuesta salir, pero cuando lo hacen es porque realmente se sienten necesarios y aportan al resto la fuerza necesaria para sobrevivir. Son fuertes y tienen brillo propio. Son los únicos que no tienen que mezclarse con un Aloc para deslumbrar, y su fortaleza es tal que han dejado impresa su huella en su recorrido, como un esgrafiado que demuestra el carácter noble y veraz de la princesa.
Aunque transparentes, mezclados con los Alocs se convierten en una especie de acuarela que recuerda aquellos sitios por los que han navegado, los lagos de Sanabria, las praderas de Luján e incluso a alguno se le vio surfear un atardecer en el horizonte del Pacífico, bajo el rayo verde de Neruda.
Han aprendido a convivir con los Alocs en simbiosis, actuando como prisma para multiplicar los destellos de estos y conferir a la mirada de Anele un brillo inigualable.
Se les ve aparecer de forma arbitraria en el momento menos esperado. Una simple brisa, una carcajada, o una mirada fija son suficiente motivo para desplegar sus tablas de surf y cruzar sus párpados. Son la especie más arriesgada e incluso se atreven a jugar entre las mejillas, horadando su piel para darle una tersura y suavidad especial, pero siempre vuelven a sus cavernas, para refugiar a sus seres más queridos.
Los ancianos de la tribu sólo salen, como ya decíamos, en momentos de especial emotividad. Se caracterizan por su sinceridad. Por eso son respetados y venerados por todos los demás. Han compartido momentos realmente duros y a veces les cuesta salir, pero cuando lo hacen es porque realmente se sienten necesarios y aportan al resto la fuerza necesaria para sobrevivir. Son fuertes y tienen brillo propio. Son los únicos que no tienen que mezclarse con un Aloc para deslumbrar, y su fortaleza es tal que han dejado impresa su huella en su recorrido, como un esgrafiado que demuestra el carácter noble y veraz de la princesa.
Aunque transparentes, mezclados con los Alocs se convierten en una especie de acuarela que recuerda aquellos sitios por los que han navegado, los lagos de Sanabria, las praderas de Luján e incluso a alguno se le vio surfear un atardecer en el horizonte del Pacífico, bajo el rayo verde de Neruda.
1 comentario:
Buenísimas las tres partes. Son sorprendentes, que imaginación Juan Carlos. Espero la próxima parte. Un saludo
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