viernes, 21 de mayo de 2010

Un mundo en la mirada - Parte 5 - La tempestad

Parte 5 - La tempestad

Los Tewoks se mostraron nerviosos durante toda la jornada. Rezagados en su párpado inferior, esperando la noche para salir, presagiaron por su olfato las nubes que se acercaban por el horizonte. Un fuerte olor a tierra mojada invadió sus pituitarias, augurando un fuerte chubasco del que previnieron a sus vecinos. Los Glolgs más jóvenes rápidamente pulieron sus tablas y se prepararon para el aguacero. Sin embargo el Glolg más anciano, Mosk, los detuvo antes de que llegaran al inmenso lago conocido como “rabillo del ojo”. No era un chaparrón normal y Mosk había sentido un escalofrío que le sacó de su caverna para prevenir a los demás.

No era normal ver a Mosk a cielo abierto. Anciano y curtido en mil batallas, endurecido por las inclemencias de la vida, se había vuelto ciertamente huraño y apenas si salía para sucesos luctuosos o de rabia o desilusión incontenidas, por lo que su presencia sin motivo aparente conmovió a toda la comunidad.

Los Alocs convocaron su consejo de sabios, silenciaron su batir de alas y extinguieron sus destellos. Los Tewoks se escondieron, más aún, esperando noticias. Nadie se atrevía a preguntar a Mosk el por qué de su presencia en el mismo polo del iris. Hacía muchísimo tiempo que no se paseaba con su renqueante deambular por el epicentro de su universo particular.

Los Glolgs se concentraron entorno al viejo ermitaño esperando una palabra que no llegaba. Los ojos de Anele fueron perdiendo su color, su brillo, y en el centro tan solo una gran lágrima en forma de diamante, consecuencia de la reunión de Glolgs, se fue acumulando.

Llegaron las nubes. Viajaban errantes, negras como carbón, lentas pero firmes, oscureciendo todo a su paso. Fueron sumiendo el universo ocular en una profunda penumbra que lentamente se transformó en tinieblas. Los Tewoks fueron saliendo tímidos, atemorizados, y se acurrucaron en un rincón cerca de los Alocs. No sabían que había pasado pero su metabolismo especial sólo era capaz de generar sentimientos de pena, pesar, culpabilidad, tristeza, pesadumbre, aflicción,… dolor. Intentaban sofocar sus deyecciones pero no les era posible. Probaron a no comer pero daba igual, cientos, miles de sentimientos de consternación se multiplicaban inundando el ambiente y contagiando a todos y cada uno de sus habitantes.

En un escabroso silencio el sol se puso en el horizonte. Nadie se fue a dormir. Todos esperaban el consejo de Mosk y el anciano simplemente les miraba a los ojos uno por uno, buscando una explicación, una palabra de ánimo que se resistía a salir, y lloraba.

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