martes, 11 de diciembre de 2007

Cuento triste de Navidad

"Eran unas frías navidades. Nano había dejado de creer en los reyes. No porque hubiese descubierto que fuesen los padres, eso ya lo sabía desde pequeño, sino porque sus regalos se habían convertido hacía mucho tiempo en un intercambio de rigor sin ilusión ni esperanza.

Sólo disfrutaba de las fiestas viendo los ojos de otros niños, más pequeños que él, que seguían fascinados con la llegada de los magos, e incluso disfrutando, hasta agotarlo, del último regalo recibido, que seguía haciéndoles ilusión, pese al paso del tiempo.

Nano había dejado de escribir su carta hacía mucho tiempo. Nisiquiera ponía sus zapatos en la chimenea como era tradición en su familia. Bueno, al lado del árbol pues no tenían chimenea. En lugar de los suyos habían ido apareciendo nuevos zapatos junto al abeto, que se emparejaban de dos en dos, y que un día dejaron solo el de Nano hasta que optó por desaparecer, sin que nadie lo echara en falta.

En su memoria apenas recordaba su último regalo. Quizás un jersey verde, o una bufanda, prendas que pasaban de temporada y terminaban durmiendo en el armario de los recuerdos, o lo que era peor, convertidas en trapos para limpiar la cocina.

Nano llegó al escaparate de una tienda que no conocía. Le llamaron la atención sus luces y un agradable olor a dulce de leche que emanaba de su interior. Con el puño de su chaqueta limpió el vaho que cubría el gran ventanal, y dentro solo vio un artículo. El más bello que jamás hubiese podido imaginar en un escaparate. Sus colores, verde, amarillo y ligeramente rosaceo le hicieron recuperar su ilusión por la navidad. Cogió papel y boli y escribió su más bella carta de reyes, pero no dirigida a los magos de oriente, ni al gordinflón de la coca cola, sino al mismo regalo. No lo quería para sí, sino que era él quien quería ofrecerse.

Durante meses Nano confió en que le llegase su regalo. Cada mañana miraba el buzón esperanzado en encontrarlo y mientras, cada día, pasaba por aquel escaparate para disfrutarlo. Un día desapareció del escaparate y Nano lloró. De golpe se esfumaron sus fuerzas, su ilusión por despertar cada día y ver aquel regalo, que si bien nunca sería suyo se conformaba con poder ver tras las cristales día a día.

Cuando llegó a casa sobre su mesa descansaba un paquete. Atónito y nervioso, preso de la ansiedad rasgó el papel con brusquedad. Sus torpes dedos fueron rompiendo sin ninguna delicadeza su envoltorio, hasta que poco a poco fue apareciendo su regalo, el que llevaba tanto tiempo esperando, el que le había hecho recuperar la ilusión y la sonrisa. Justo cuando terminó de desenvolver el regalo sus manos quedaron paralizadas por los nervios, y entre ellas se escurrió dejándolo caer al suelo.

Allí, hecho añicos, Nano miró su corazón. Era su regalo y lo acababa de romper, presa de la ansiedad, la obsesión y la impaciencia. Nano se arrodilló junto a los restos. Intentó pegarlos, reunirlos, juntarlos todos en un montoncito y recomponer tanta belleza. Pero era imposible. Tras varios días juntando trocitos Nano volvió a salir a la calle, volvió a ver la cara ilusionada de los niños tras los escaparates, volvió a ver luces y volvió a sentir el olor de dulces de leche.

Pero, no podía olvidar y cada día seguía pasando por aquel escaparate, hoy cerrado, que un día guardó su corazón.

Un día, un barrendero vio un pequeño bulto sobre la cera. Al lado de un escaparate un niño había muerto de frío. Sólo le cubría un viejo abrigo verde y una raída bufanda. Entre sus manos un montón de trocitos verdes, amarillos y rosaceos intentaban componer una figura, la más bella que jamás hubiera nadie imaginado. "

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A VECES, LOS MEJORES REGALOS LOS TENEMOS Y NO NOS DAMOS CUENTA.
YO HACE POCO DESCUBRÍ UNO NUEVO ;); Y EN BREVES ESPERO DESHACERME DEL MÁS QUERIDO. AUNQUE ESPERO NO MORIR EN EL INTENTO.


GRACIAS JUANCAR!!

CuKy

Juan Carlos dijo...

Seguro que no. ¿sabes? en la puerta de mi casa aún hay varias bolsas de basura esperando ser tiradas... ¿recuerdas el post? Si quieres mete tus pelusas en ellas y cuando pase el camión las tiramos juntos.

Un beso.

Yo también he descubierto últimamente un gran regalo.