miércoles, 27 de febrero de 2008

El candidato VI

Encendió la radio. Otros periodistas, distintos a los de antes, seguían debatiendo sobre el mismo tema. Analizaban las posturas y los gestos que habían adoptado los contendientes. Como si ahí estuviese el verdadero sentido de sus palabras, el significado de sus discursos o la valoración de sus ideas.

Recordó sus primeras campañas democráticas. Sus primeros viajes. Aquellas caravanas de vehículos acompañadas eternamente por el soniquete de la sintonía del partido. Aquellas largas charlas en destartalados autobuses ideando un futuro mejor, diseñando un país más justo.

Encendió el móvil. Recibió varios mensajes publicitarios y un aviso de llamada perdida. La recuperó. Era un compañero de grupo preguntándole por el mitin y quejándose de su situación, bastante similar a la suya. Ambos se consolaron mutuamente y quedaron en no volver a ceder a las presiones del partido y dejar de asistir a este tipo de actos. Sabían que no lo cumplirían.

Recordó las amplias conversaciones después de los primeros mítines, analizando los discursos, buscando defectos y tomando notas para mejorarlo en el siguiente. Ahora todo era distinto. Miró los folios que descansaban sobre el sillón del acompañante listos para el próximo acto, sin modificar una coma.

Cuando levantó los ojos del papel apenas le dio tiempo a reaccionar. Un vehículo en dirección contraria, el único con que se había cruzado en todo el día, ocupaba su carril. No pudo esquivarlo. Por momentos pasaron por su mente a velocidad de vértigo todas las imágenes que habían ido recreando su pasado durante aquel mismo día. Sintió frío, luego un calor enorme, de nuevo frío y vio como poco a poco sus fuerzas se desvanecían, sus ojos se cerraban. Pensó en aquellas cinco mujeres que habían asistido a su último mitin. Cinco votos seguros que habían cambiado por una vida. Su último aliento se fue consumiendo mientras pensaba si había merecido la pena entregar su vida por aquellos cinco votos, o los cinco anteriores, o los primeros... así toda una vida.
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Quizás sea un relato muy triste y con final trágico para dedicarselo a nadie, pero quisiera hacerlo a mi compañera Mónica García, con el amplio sentido de la palabra compañera que, según este cuento, se le daba antes. Este relato surge en Piedras Albas, en un viaje con ella a su primer mitin. La deseo, que en contra de lo que le sucede al protagonista del cuento, ella nunca pierda la ilusión por esta "profesión" que es la política y los ánimos por seguir construyendo como ha hecho, hace y hará.Para ella y con todo mi cariño va esta historia que fue pertrechándose mientras hablaba y mientras escuchaba, en un viaje que se hizo corto por lo mucho que teníamos que contar.

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