viernes, 22 de febrero de 2008

El sapo que aprendió a leer (II)

Sorprendido por aquel inmenso bosque de extraños árboles de ramas cuadradas no se dio cuenta de cómo a sus espaldas se cerraba la puerta que le separaba del regreso a su cloaca.

Cuándo la luz se volvió tenue, y un inmenso olor hasta entonces desconocido para él se apoderó de sus pulmones, fue consciente de que había perdido cualquier posibilidad de vuelta a casa. Intentó en vano buscar la salida, pero sólo una pequeña rendija de luz blanca, bajo una gran madera, le unía a su pasado a la vez que le impedía el paso.

Abrió todo lo que pudo sus cobrizos ojos saltones y, a tímidos brincos, fue escrutando el lugar, impregnado por aquel hedor que con el tiempo llamó olor a libros.

Cansado se aposentó sobre un raro tronco, circular y cubierto de una extraña tela, sobre el que descansaba abierto uno de aquellos haces de hojas infectado de manchas negras.

Cuando despertó aquel haz de hojas no estaba a su lado. Una niña rubia de ojos verdes lo tenía en sus manos e interpretaba en voz alta el significado de aquellas manchas negras. Nuestro sapo miró aterrado. Nunca había estado tan cerca de un humano. Pero a la pequeña pareció no molestarle su presencia, incluso diría que le estaba dedicando aquella historia que salía de sus labios . Era la historia de una princesa que dormía durante años para despertar con un beso de amor. A Robin, que así se llamaría después nuestro protagonista, le pareció preciosa, y cuando la niña depositó de nuevo el libro sobre la mesa recorrió con interés sus letras para intentar interpretar cuanto ella había leído.

Al día siguiente la niña llegó con un pequeño recipiente lleno de agua, en el que delicadamente introdujo a Robin, y unas extrañas escamas de sabor salado que fue lo único que pudo llevarse a la boca en días, y le supieron deliciosas. Tras tan suculenta comida le volvió a leer un libro. Este de otra princesa que caía enferma por morder una manzana y era salvada de nuevo por un príncipe. Cuando la niña dejó el libro, Robín volvió a recorrer sus páginas buscando significado a aquellas manchas de color negro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

bueno,

continúa, no?


el secreto de la vainilla