viernes, 18 de abril de 2008

¿Ha pasado?

Huesca llora como en mi primera visita.

Sus grises paredes, alternas con macilentas fachadas de tonos ictéricos, derraman sus lágrimas sobre el Somontano, alimentando unos caldos que tristes oriundos liban en parsimonioso ritual, en un local apestado de ruido y humos.

No se ven. Tan solo el gesto soslayado de un lector de periódicos deportivos denota algún interés por el entorno. Desvía su mirada envidiosa, a otro cliente, de tez abrasada por el sol del Cinca, que acaba de saltar el premio gordo de la tragaperras.

Todos pierden su mirada en un hipotético horizonte, con la misma inutilidad con que yo escruto un mínimo de ilusión en sus caras.

El ludópata, de forzada y dramática sonrisa, amplia como la cubeta dónde se han depositado las monedas del predio, percibe en su nuca la mirada aviesa del lector del As y con un gesto automático le conmina a tomar lo que quiera, aún a sabiendas de que su botín acabará inexorablemente de nuevo en la máquina.

En la pared, una fotografía en blanco y negro, en la que aún se reconoce al impávido leyente, le sitúa en un pasado de reconocido prestigio deportivo que hoy se hunde en esa vetusta mesa de antigua cafetería, a la que ha pasado a pertenecer. Le acompaña en la fotografía el malencarado camarero, ahora más gordo, canoso y descuidado, pero con la misma camisa azul desbotonada hasta el pecho y con las mangas remangadas hasta los codos

Pide un café que carga a la cuenta del improvisado invitador, al que ni siquiera conoce. Su mesa vacía indica que es la norma. Espera, hasta que alguien, movido por el recuerdo o la repentina euforia de un premio, decide convidarle.

Apuro el mío y huyo, temeroso de integrarme para siempre en este bodegón pictórico, de humana naturaleza muerta, y desaparecer en una vieja imagen costumbrista que un día colgará de un local semejante.

Nadie percibe mi huida, como tampoco constataron mi presencia.

En la calle un triste violoncello acalla los ruidos de la ciudad. Martillos y motores se funden en una melancólica melodía que retumba bajo los portales.

Dejo en una gorra gris 50 céntimos, en justa recompensa por contribuir a poner música, apagada y bucolica banda sonora, a este relato.

Es la misma ciudad, agónica, un año después. Aquella ciudad que en su tristeza me vendía ilusión hoy me recuerda su dramática advertencia.

“No te quise engañar”, me dice y sigue llorando.

Vuelvo al hotel. La misma habitación 407 del año pasado.

4 comentarios:

CuKy dijo...

Se debe confiar en la sinceridad de las personas.
Por eso, te advierto: ME DECLARO EN HUELGA DE PALABRAs.
Tan solo el sindicato de la ALEGRÍA podrá negociar contigo, mi vuelta a la caverna.

besos siempre!

Satine dijo...

me gusta leerte, me ha conmovido mucho el post llamado ELLA... muy emotivo

Juan Carlos dijo...

Hola, encantado de verte por aquí.
Por cierto, ¿quién eres? Veo que eres placentina y me han llamado la atención algunas entradas de tu blog. Sobre todo por lo que me toca en el tema político.

Si quieres mándame un correo a corx28@hotmail.com y me dices quién eres. Supongo que ya sabrás quién soy yo.

Ella no es un post, es una etiqueta con todos los artículos dedicados a una sóla persona, la única a la que se puede especificar y llamarle con un pronombre personal, "ella" y saber quién es.

Me alegra que te hayan gustado y por aquí seguiré garabateando mis sentimientos, para tí y el resto de cavernícolas.

Besos

Satine dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.