jueves, 16 de septiembre de 2010

Momentos 10

Aquella noche soñó con el pueblo marítimo en que había vivido de niño, siendo casi bebé. Con aquella playa grisacea salpicada de rocas que le inferían una imagen peligrosa y siniestra.

Prácticamente no recordaba aquella localidad costera, pero en su sueño sus vívidos detalles la convertían en una fresca invocación reciente.

Unos niños jugaban despreocupados en la arena, al igual que en aquella vieja fotografía que encontraría en la basura años después, mientras en la orilla se agolpaba nervioso un, cada vez más numeroso, grupo de adultos.

En el centro, una señora con bata azul, con la vista fija en el horizonte, llamaba con voces desesperadas a alguien, sin que pudiese distinguirse el nombre que gritaba. Las lágrimas de la mujer iban convirtiéndose en el suelo en un charco de barro, que empapaba el pantalón vaquero que sobresalía bajo su albornoz. De repente uno de los niños echaba a correr mar adentro sin que ninguno de los testigos moviese un músculo por evitarlo.

La mujer intentaba correr tras el pequeño, pero unas plantas enredaderas que nacían bajo la arena alrededor de sus piernas lo evitaban, haciéndole caer al suelo. Desesperada intentaba salir gateando, pero sus manos se agrietaban en cienmil heridas que ensangrentaban la playa y la hacían caer de nuevo, esta vez de bruces, contra el suelo, que ahora parecía de asfalto. Poco a poco la marea iba subiendo hasta cubrir el cuerpo inerte de la mujer, y los testigos que se habían arremolinado alrededor suya al oir las voces se iban marchando indiferentes, como si no viesen nada.

Al fondo, en el horizonte, el pequeño que había entrado en el agua se abrazaba a una traviesa de madera que flotaba en el mar y exhausto se dejaba llevar por la corriente.

1 comentario:

Miguel Vivas dijo...

Yo estuve ahí, créeme... Un abrazo.