jueves, 21 de febrero de 2008

El viaje de Chihiro

que no es original. Ya Iván en su día describió estos largos éxodos como el viaje de Chihiro, pero estuvo tan acertado que me permito plagiarle. Son apenas las 10 de la mañana y cruzamos, bajo un manto gris de nubes, la provincia de Tarragona. Verdes y pinos y despistados almendros en flor nos reciben, y los dejamos pasar. Corren a nuestras espaldas buscando nuestro pasado. El más inmediato, abandonándonos a nuestra suerte en este camino sin fin.

Son 8 años, intermitentes pero 8 años, viajando en este autobús. Con la misma bolsa a mis espaldas y cada vez menos ilusión. Todos los caminos se han vuelto el mismo y este hato de grasa y huesos empieza acumular polvo, gastándose por momentos como un viejo auto al que nadie pasa la revisión.

Una maraña de caminos, de carreteras sin principio ni fin, de noches sin dormir y dolores de cuello, espalda y corazón. De mucho tiempo para pensar y muy poco para vivir. Dejar atrás, 8 años después, lo mismo que dejaba en aquel primer viaje ilusionado a las islas canarias. Mi primer viaje.

No saber de dónde sales ni a dónde vas. Cuál es el principio del camino y cuál el destino, porque aquí y allí, lugares tan inconcretos, ¿cuál es cuál?, te espera lo mismo.

Hubo viajes ilusionados. Los más por el regreso. Pensar que volvías a tu vida. Sin embargo hoy mi vida es simplemente este viaje, y no es una reflexión machadiana de construcción de camino, sino de destrucción del que falta por hacer. Las baldosas rotas que voy dejando a mi paso y que se quiebran en el momento de pisarlas, antes incluso de asentar mis pies.

Cansancio, hastío, del gris del cielo, del gris de la carretera, del gris de mi camino, del gris de una bolsa vacía que solo lleva ropa para un día, que sólo se hace pensando en las siguientes 24 horas. Más allá, no hay nada. Todo está por destruir.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

pero y ese pesimismo?

intenta descubrirle algo nuevo a cada viaje, a cada autobús, a cada nuevo conductor, a cada partido, a cada retransmisión, a cada ciudad a la que vas.

Busca las pequeñas cosas y no repares en baldosas rotas, tarde o temprano serán reemplazadas.



el secreto de la vainilla

Juan Carlos dijo...

No mi niña, las baldosas rotas no se reemplazan. Pisas otras, que a veces también se rompen, o de repente decides andar por el cemento, o por el cesped con los pies descalzos sintiendo su frescor bajo los talones. Pero nunca serán las mismas ni remplazarán las anteriores.

A todo se le descubre algo, aunque sea un pensamiento pesimista como el de esta mañana. Pero... ¿qué quieres después de 11 horas de viaje?

Anónimo dijo...

cada viaje..........una impresión
cada impresión......un recuerdo
cada recuerdo.......un sentimiento
cada sentimiento.....un motivo
cada motivo..........un nuevo viaje

CukY