Vivía en su cabeza. Para mí desde que nací. Me había acostumbrado tanto que ya era como mi hogar. Sabía desde el principio que no podía ser definitivo, que algún día debería salir de allí, pero no me iba.
Estaba eternamente en su cabeza. Llegué a pensar en que debía huir, entrar, por qué no, en otras cabezas, probar otras experiencias. Yo quería salir, pero no me dejaba, me retenía día tras día en su cabeza.
Pensé si se habría obsesionado, si quizás me hubiese obsesionado yo. Necesitaba huir, lo pedía a gritos, pero no, era incapaz de salir de su cabeza. Me retenía contra mi voluntad. Hice méritos para que me sacase definitivamente, me rebelé, me crispé, y hasta me uní a otros para montar una revuelta. Algún día debería mirarse al espejo y saber que debía sacarme de su cabeza.
Pero no lo hacía. Allí me mantenía, intentaba domarme a su antojo. Se creía mi dueño y señor. Me dirigía, me guíaba, me vigilaba constantemente, antes de dormir, al despertarse... Me tocaba hasta que sus manos llegaron a darme asco. Presumía de mí ante sus amigos. Era su posesión y yo no podía gritar, decir que me quería ir, que quería escaparme... estaba en su cabeza.
Pero un día decidió abandonarme. Un día decidió cortar tajantemente conmigo. Sin ninguna explicación, sin que le temblara la mano. Sentí indefensión, incomprensión... ¿por qué de repente me sacaba de su cabeza? ¿Por qué ahora y no antes? ¿Qué había hecho?
Incomprensiblemente intenté aferrarme a él. Me deslicé por sus mejillas buscando una lágrima, me aferré a su cuello, buscando el calor de un beso, intenté dormir en su espalda... pero no miró atrás. Definitivamente había decidido sacarme de su cabeza.
Me fui, en un torrente de agua, no sé si de lágrimas y nunca más entré en su cabeza.
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Estaba eternamente en su cabeza. Llegué a pensar en que debía huir, entrar, por qué no, en otras cabezas, probar otras experiencias. Yo quería salir, pero no me dejaba, me retenía día tras día en su cabeza.
Pensé si se habría obsesionado, si quizás me hubiese obsesionado yo. Necesitaba huir, lo pedía a gritos, pero no, era incapaz de salir de su cabeza. Me retenía contra mi voluntad. Hice méritos para que me sacase definitivamente, me rebelé, me crispé, y hasta me uní a otros para montar una revuelta. Algún día debería mirarse al espejo y saber que debía sacarme de su cabeza.
Pero no lo hacía. Allí me mantenía, intentaba domarme a su antojo. Se creía mi dueño y señor. Me dirigía, me guíaba, me vigilaba constantemente, antes de dormir, al despertarse... Me tocaba hasta que sus manos llegaron a darme asco. Presumía de mí ante sus amigos. Era su posesión y yo no podía gritar, decir que me quería ir, que quería escaparme... estaba en su cabeza.
Pero un día decidió abandonarme. Un día decidió cortar tajantemente conmigo. Sin ninguna explicación, sin que le temblara la mano. Sentí indefensión, incomprensión... ¿por qué de repente me sacaba de su cabeza? ¿Por qué ahora y no antes? ¿Qué había hecho?
Incomprensiblemente intenté aferrarme a él. Me deslicé por sus mejillas buscando una lágrima, me aferré a su cuello, buscando el calor de un beso, intenté dormir en su espalda... pero no miró atrás. Definitivamente había decidido sacarme de su cabeza.
Me fui, en un torrente de agua, no sé si de lágrimas y nunca más entré en su cabeza.
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(Historia de un pelo)
2 comentarios:
Aquí todos hemos sido "pelos" alguna vez en la vida... Me recuerda al perro del hortelano en versión capilar... jeje!!
Muy bueno.
Ya lo comentaremos tú y yo....
Un abrazo
Grandioso este relato!. Me ha encantado, llegado y aflorado nuevas ideas ingeniosas en esta mi mente desordenada.
Acerdate de estas palabras cuando seas calvo!!.
MIl BeSoS CaPiLaReS!!!!
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