Mar le invitó a tomarlo. Esperaron en silencio, por primera vez desde que iniciaron el camino, que les tocase el turno. Delante de ellos unos niños jugueteaban nerviosos, esperando subir a aquel artilugio neogótico que en turnos de 24 personas iba subiendo a los curiosos desde la moderna, céntrica y comercial calle de Santa Justa hasta el bohemio barrio alto, para volver a bajar en exactamente 8 minutos.
Durante el ascenso Hector volvió a mirar a los ojos de Mar. En su azul distinguió hasta tres tonalidades distintas que variaban desde el verde azulado de un atardecer en el mediterraneo hasta el azul verdoso del amanecer atlántico. Tan iguales, tan distintos... Se convertían en una ventana al mundo, al futuro, en aquel cubículo de madera con olor a rancio y un melancólico sabor a nostalgia, si es que la nostalgia se puede degustar. Durante un momento pensó que su mirada se correspondía, pero los ojos de Mar miraban más allá, a ningún punto fisico, a ningún lugar geográfico, sino a un momento inconcreto de su pasado que sólo ella conocía.
lunes, 5 de noviembre de 2007
La coleccionista de versos IX
Ensimismado en la conversación de Mar, Hector apenas se dio cuenta de que habían variado el rumbo. Tras tomar de un sorbo aquel fuerte pero a la vez dulce licor de guindas, otro más de los grandes contrastes lisboetas, habían dirigido sus pasos a la plaza do Carmo y ante sus pies se erigía majestuoso el elevador de Santa Justa.
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2 comentarios:
si por algo no quería leer esto yo hasta que estuviera completo...
si es por falta de tiempo ya hago yo los guiones, pero sigue publicando anda!
el secreto de la vainilla
Hola, espero estes bien, un beso...
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