Le ha costado… empecé intentándolo por arriba, creyendo que por abajo iba a ser muy difícil, que era muy grande para ella y se iba a resentir. Pero nada, no había manera. Por mucho que intenté convencerla. Incluso cuando lo tenía ya en la boca, lo rechazó, y sin darme cuenta lo cogió por debajo sorprendiéndome con una perfecta ejecución, pero no es lo que buscaba.
Volví a intentarlo por arriba. Ya era cuestión de orgullo. Es imposible que a estas alturas se me resista... Incluso hablaba con ella, “pero si es por tu bien”, le decía, “que por abajo no te va a entrar”, “¿has visto lo grande y gordo que es?”
Pero nada, no había forma. Claro que por arriba nunca había metido nada y tampoco yo sabía muy bien como hacerlo. Le abrí la boca hasta atrás, ajustando los lados para que no se atascase, lo puse sobre la lengua, fría y dura curiosamente, y cuando empezó a calentar… pareció atascarse, y tuve que empezar de nuevo.
Viendo que era imposible, que se echaba la noche y que por lo menos quería hacer 8 antes de dormir la hice caso, y empecé por abajo. Al principio parecía no entrar. Ya lo había dicho. Era más grande y gordo que cualquier otro que hubiese usado nunca. Esa misma tarde había hecho unos cuantos, me dijo, pero de un tamaño estándar, esto era otra cosa.
El primero entró con dificultades, llegué a preocuparme por los ruiditos que despedía, pero parecía que lo estaba aceptando con resignación. El segundo le costó más, incluso se cerró en banda y dijo que no había manera, pero al final lo hizo.
Por fin encontré la postura, sólo había que cambiar la orientación, y a partir de ahí los 8 sin problema alguno.
Por fin tengo los 8 diplomas impresos sobre la impresora, tengo que aprender a usar la bandeja superior porque si no me la voy a cargar con estos impresos tan grandes y duros.
(Recuperado de la vieja caverna para incluirlo en esta saga de cuentos absurdos que inicié ayer)
Volví a intentarlo por arriba. Ya era cuestión de orgullo. Es imposible que a estas alturas se me resista... Incluso hablaba con ella, “pero si es por tu bien”, le decía, “que por abajo no te va a entrar”, “¿has visto lo grande y gordo que es?”
Pero nada, no había forma. Claro que por arriba nunca había metido nada y tampoco yo sabía muy bien como hacerlo. Le abrí la boca hasta atrás, ajustando los lados para que no se atascase, lo puse sobre la lengua, fría y dura curiosamente, y cuando empezó a calentar… pareció atascarse, y tuve que empezar de nuevo.
Viendo que era imposible, que se echaba la noche y que por lo menos quería hacer 8 antes de dormir la hice caso, y empecé por abajo. Al principio parecía no entrar. Ya lo había dicho. Era más grande y gordo que cualquier otro que hubiese usado nunca. Esa misma tarde había hecho unos cuantos, me dijo, pero de un tamaño estándar, esto era otra cosa.
El primero entró con dificultades, llegué a preocuparme por los ruiditos que despedía, pero parecía que lo estaba aceptando con resignación. El segundo le costó más, incluso se cerró en banda y dijo que no había manera, pero al final lo hizo.
Por fin encontré la postura, sólo había que cambiar la orientación, y a partir de ahí los 8 sin problema alguno.
Por fin tengo los 8 diplomas impresos sobre la impresora, tengo que aprender a usar la bandeja superior porque si no me la voy a cargar con estos impresos tan grandes y duros.
(Recuperado de la vieja caverna para incluirlo en esta saga de cuentos absurdos que inicié ayer)
2 comentarios:
jajajajajajajajajaja
¿INGENIOSO?....jajajaja
NO DEJAS DE SORPRENDERME!!!!
BeSoS ImPrEsOs!
Que fuerte!!, que mente mas calenturienta se la vuelva a una cuando lee estas cosas, en que estaría yo pensando.....
La impresora!!!, jejejje
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