Hace tiempo, varios años, comencé un relato que luego terminé por la vía rápida sin mucho convencimiento. Hoy lo retomo aquí con la intención, o no, de cambiar su final, mejorarlo si es posible, y a la par cambiar de tema este blog que empieza a ser demasiado recurrente y aburrido... creo.
Quiero que me perdonéis los fallos que pueda tener, si al final resulta aburrido, si no lo acabo nunca o si de vez en cuando vuelvo a mi tema recurrente, me es dificil olvidarlo. Quiero que lo contextualiceis en el Juan Carlos de hace 15 años, con sus limitaciones, y en un intento de escapada de seguir hablando de lo mismo.
Rutina - Capítulo I
De nuevo sonaron los tambores. Nadie sabía quién los tocaba, pero ese ritmo insistente marcaba sus vidas. Uno tras otro todos los días era la misma rutina, los mismos movimientos anodinos que señalaban el paso de las horas. Al tañer los tambores todo el mundo realizaba su tarea. Parecían parte del funcionamiento de un hormiguero. Salían, ciegos, realizaban su labor y, en la misma penumbra que les impedía ver más allá de la rutina volvían. Así día tras día, hora tras hora. Minuto a minuto sus vidas estaban calculadas, funcionaban como engranajes de una vida perfecta, de un reloj que nunca atrasará un segundo, todo se hacía porque estaba escrito. La vida de cada ser estaba escrito en el gran libro del tiempo, o al menos así creía fervientemente Jasón.
Jasón esperaba en la ventana a que lo vinieran a buscar. No hacía falta mirar. Todos los días, a la misma hora en punto, aquel coche rojo aparecía por la esquina y frenaba para dejar pasar a la anciana del segundo, ya de vuelta a casa. Con dos leves toques de claxon hostigaba a la anciana señora, sin esperar siquiera que esta se inmutara, no lo hacía. Era siempre la misma rutina, cuando ella alcanzaba la acera aceleraba ostensiblemente para demostrar su superioridad.
Llegado bajo la ventana de Jasón de nuevo dos toques de claxon. Siempre la misma rutina. Cuando sonaba el segundo toque Jasón abandonaba la ventana, se dirigía al servicio y procedía a su aseo rutinario. Despierto hacía 37 minutos exactos había tenido ya tiempo para hacerlo pero le gustaba hacerse esperar, sin salirse de la rutina. A las 7,56 de cada mañana Jasón montaba en aquel coche, y 10 horas y 22 minutos más tarde lo abandonaba en el mismo punto donde lo había tomado.
1 comentario:
Solamente por la curiosidad de ver como acaba...SÍ, continua...aunque por otra parte ...la curiosidad mató al gato... pero bueno, ¡qué más da! de algo hay que morir... mi voto es SI
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