La mañana en la fábrica fue imprevisible. Como todo aquel día en que la rutina empezó a alterarse. La avería de la máquina central no fue sino un fichero del programa de control que accidentalmente había sido borrado por un ingeniero ebrio, que lógicamente fue despedido y cuyo puesto ofrecieron a Jasón, quien aceptó de buen grado, temeroso de contradecir al destino.
Aquello no podía estar sucediendo, pensaba Jasón mientras comía en el salón de los ingenieros. Estos le trataban como un igual. Sin importarles que un día antes era parte de aquellos tipos aburridos de bata blanca a los que llamaban cuidagrillos.
Sonrisas. Invitaciones, y algín golpe cariñoso en la espalda le dieron la bienvenida a un nuevo mundo. Situacion que vivía pensando en una sóla cosa. Las 7 de la tarde.
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