martes, 4 de septiembre de 2007

Rutina IV

Años después seguía allí. Al tañer de aquellos tambores, que sólo él escuchaba, obedecía la invariable rutina de aquel libro, que todavía dormitaba sobre su mesita de noche.




Había cambiado de domicilio a la muerte de su madre, una señora triste, siempre enlutada, y que poco o nada había participado de su infancia o educación. Una señora cuya rutina no estaba ordenada a cruzarse con la de Jasón, salvo en el momento del nacimiento de este y de la muerte de aquella.



Tampoco lo sintió. Pero aquella noche también lloró por aquella rutina que le había tocado vivir. Al día siguiente le llegó una orden de deshaucio. Su madre había legado aquella herrumbrosa construcción decimonónica a unas monjitas dedicadas a la caridad. Él recibía a cambio un pequeño apartamento en un piso de vecinos que su padre le había transmitido, con la orden de recibirlo sólamente en caso de necesidad. Una pequeña oscilación de aquella rutina a la que pronto empezó a adaptarse.

Seguía levantandose a las 7,19. Subiéndose a aquel coche rojo que le recogía 37 minutos más tarde, y repasando una a una las patitas de aquellos bichitos negros que salían de la máquina central, con su inscripción perfectamente legible. Para volver 10 horas y 22 minutos más tarde.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

....el final sí me decepcionará, seguro, pero bueno, es lo que tienen los finales, sólo por el mero hecho de acabarse algo que te gusta..

Un saludo y hasta el próximo capítulo

Juan Carlos dijo...

Es que suelo tener muy mala mano para los finales. Los suelo precipitar y estropear... Pero si lo que te decpeciona es simplemente que se acabe puedo intentar una segunda parte.... jejej

Hoy he estado prolífico y he dejado unos cuantos capítulos seguidos.